Era un día raro. Desde que me desperté mirando las estrellas colgadas en el techo, lo supe. No sabía muy bien el por qué e intenté encontrarlo. En el fondo sabía que era por él, que se me había escapado de las manos un día de otoño. Y aún así, yo seguía pensando en sus ojos, como el primer día que lo vi parado a unos tres metros de mí. Parecía que llevaba queriéndolo toda la vida, que el mundo estaba hecho para nosotros dos. Solo nosotros.
Pero, después de todo desapareció y lo único que se me ocurrió preguntarle una mañana de frío y lluvia fue:
-¿Dónde están todos los besos que me debes?
Él me miró detenidamente, como si la pregunta tuviera una respuesta complicada y decidió contestarme con toda la sinceridad del mundo. Lo veía en sus ojos. Y me dijo cogiéndome la mano:
-Los tengo guardados en un cajón esperando a que nos veamos otra vez de nuevo para que salgan disparados hacia ti, ya que están deseosos por salir.
Impresionante bicho, eso es lo que eres, y sí tranquila el baúl esta guardado perfectamente para que solo nosotros tengamos la llave para abirlo.
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