Él se dejó caer sobre la hierba con los brazos abiertos. Ella lo miró, dudando, sin saber cómo corresponder a los que parecía una
invitación.
Cerró los ojos y aspiró profundamente, lo veía allí tirado, hermoso.
Se sentó a su lado sin hacer ruido. Sólo pensaba en que no
abriera muy pronto sus ojos, porque así podías contemplarlo tranquilamente,
recorriendo su cabello, sus hombros, el nacimiento de su pecho… Y luego sus brazos, sus manos, sus dedos.
-¿Sabes una cosa?- preguntó él de repente sin hacer el menos
gesto-. Nada más llegar a este lugar, supe que iba a encontrarte.
-¿Eres adivino?- broméó jugueteando con su cabello.
-No es necesario... Las huellas me han conducido a ti.
-¿Qué huellas?
-El sonido de tu voz, tu olor…- sonrió dando un par de
vueltas sobre la hierba.